archivo de autor

Como profesora, consultora y formadora de generaciones, me pregunto: ¿cómo incorporar la IA, sin que nuestros estudiantes dejen de lado su capacidad de raciocino, de pensamiento lógico y del interés por investigar y leer?, ¿Cómo podemos enseñarlos a pensar en una era donde las máquinas ya responden por nosotros?

La inteligencia artificial ha llegado a la educación para quedarse. No podemos ignorarla ni temerle. Pero tampoco podemos permitir que sustituya el proceso más valioso de la enseñanza: el desarrollo del pensamiento crítico, del análisis, de la capacidad de razonar y decidir con fundamento. Nuestra labor como docentes no se limita a transmitir contenidos, sino a acompañar a los estudiantes en la construcción de criterios, autonomía y sentido.

Veo con preocupación cómo muchos estudiantes comienzan a usar la IA como atajo, sin comprenderla, sin cuestionarla. Y aquí está el verdadero desafío: no se trata de prohibir la IA, sino de enseñar a utilizarla bien. Que sepan cómo funciona, qué sesgos puede contener, cuándo es útil y cuándo no. Que aprendan a distinguir entre una respuesta automática y un razonamiento propio.

La IA puede ser una gran aliada si sabemos incorporarla con propósito. Pero el protagonismo debe seguir siendo el humano. Nuestra tarea no es competir con los algoritmos, sino enseñar lo que ninguna máquina puede replicar: la empatía, la creatividad, la lectura crítica del mundo.

La UNESCO lo dice con claridad: la IA debe complementar, no reemplazar, el trabajo de los docentes ni el desarrollo cognitivo de los estudiantes. Por eso insisto: la educación debe poner en el centro no la herramienta, sino el pensamiento; no el resultado inmediato, sino el proceso de aprender, equivocarse, preguntar y volver a intentar.

Desde Asesórate, quiero invitar a mis colegas, docentes, investigadores y formadores a abrir este debate con valentía. Educar en la era de la IA exige más que adaptarse, exige decidir cómo la usamos, para qué y al servicio de qué valores.

 

Prof. Rita Amelii

READ MORE →

La historia de la humanidad es, en buena parte, la historia de sus migraciones. Sin embargo, en el mundo contemporáneo, el fenómeno migratorio ha sido progresivamente secuestrado por narrativas que lo simplifican, lo distorsionan y lo manipulan. En lugar de comprender sus causas profundas o asumir nuestra responsabilidad colectiva, se ha optado por el miedo, la criminalización y la exclusión.

Las migraciones han pasado de ser una manifestación del derecho a buscar una vida digna, a convertirse en un campo de batalla ideológico donde los Estados y sus gobiernos, muchos de ellos democráticos, despliegan discursos y políticas que erosionan los derechos fundamentales. Se habla de fronteras seguras, de amenazas demográficas o de culturas en riesgo, mientras se ignora que detrás de cada migrante hay una historia humana, un rostro, una dignidad.

En este contexto, las políticas migratorias restrictivas no solo son una respuesta ineficaz, sino profundamente injusta. Encarcelamientos, deportaciones arbitrarias, separación de familias: son prácticas que deslegitiman al derecho como garante de la justicia. Tal como lo señalamos en reiteradas oportunidades, las políticas migratorias que se apoyan en la lógica amigo-enemigo alimentan una espiral de intolerancia que termina justificando lo injustificable.

No se trata de negar que los Estados tienen derecho a regular el ingreso a sus territorios. Pero ese derecho no puede ejercerse al margen del principio superior de la dignidad humana. Ninguna política será legítima si despoja al migrante de su condición de sujeto de derechos.

Por ello, he sostenido que el fenómeno migratorio exige una mirada interdisciplinaria. No basta con el derecho, ni con la economía, ni con la sociología. Se requiere un marco ético que reconozca la complejidad de las migraciones y que, al mismo tiempo, asuma su tratamiento como un deber moral. Proponemos una filosofía de las migraciones que articule justicia social, respeto a la identidad cultural, pluralismo, y sentido de responsabilidad humana.

Este será también el enfoque que compartiré en webinar “Migraciones y Derechos: nuevas rutas para la justicia”, promovido por Asesórate, donde hablaremos de la urgencia de abrir caminos de diálogo, hospitalidad y compromiso. Es posible, sin duda, construir marcos normativos que reconozcan las legítimas preocupaciones de los países receptores, sin sacrificar la vida, los derechos y la dignidad de quienes migran.

Como dijera Juan Pablo II, las causas que hoy impulsan a millones a abandonar sus hogares no son una fatalidad: son un desafío ético a nuestra conciencia colectiva. Y frente a ese desafío, el silencio no es opción.

 

Dr. Tulio Álvarez

READ MORE →

No es posible recordarlo todo, tampoco olvidar por completo. Cada acto de recuerdo implica también un acto de olvido. Mientras esto sucede en el plano individual donde recordar es siempre una selección, consciente o no, también ocurre en el plano social. Así hablamos de memorias colectivas, como si los grupos humanos fueran capaces de recordar o de olvidar de manera unificada. Pero incluso quienes vivieron un mismo episodio, lado a lado, no lo recuerdan de forma idéntica. Sus memorias divergen, se fragmentan, se contradicen. Aun así, seguimos hablando de una “memoria social” como si fuera natural y homogénea, sin preguntarnos cómo funciona realmente.

El problema está en que tendemos a pensar la memoria social como una suma de memorias individuales. Pero esto no es así. La memoria social es moldeada. A menudo, inducida. El recuerdo colectivo no surge espontáneamente: es el resultado de múltiples operaciones de selección, repetición y silenciamiento. Estas operaciones no son neutras. Son ejercidas por instancias con poder: el Estado, los partidos, los sistemas escolares, las academias, los medios de comunicación, las religiones. Estos actores no solo nos proponen una versión del pasado: la instituyen. La convierten en oficial. Nos dicen qué debemos recordar y también y esto es fundamental qué debemos olvidar.

En el presente, estas dinámicas se intensifican. Con la digitalización masiva y la multiplicación de narrativas en redes sociales y medios globales, el control de las memorias ya no pasa únicamente por los textos escolares o las fechas patrias, sino por algoritmos, campañas comunicacionales, bots, etiquetas. Las memorias se viralizan o se desvanecen según decisiones estratégicas. El olvido se programa. La memoria se gestiona. En este contexto, la figura del historiador y de quien investiga el pasado se vuelve aún más vulnerable: su trabajo puede ser desmentido, manipulado o invisibilizado en segundos. La historia corre el riesgo de ser desplazada por la inmediatez del relato dominante.

Por eso es urgente estudiar las memorias sociales como construcciones que pueden ser manipuladas por el poder. Antes de hablar de “memoria colectiva”, debemos asegurarnos de que es lo que identifica a un determinado pueblo y preguntarnos: ¿quién recuerda?  ¿qué se está dejando fuera? ¿Hay manipulación posible en ese contexto y momento? Solo así podremos resistir a memorias prefabricadas y abrir paso a las memorias verdaderas y profundamente humanas.

 

Dra. Yara Altez

READ MORE →

La metodología de la investigación para la transformación social se distingue por un compromiso profundo y activo con la generación de cambios positivos y significativos en la sociedad. A diferencia de la investigación tradicional, que a menudo se centra en la comprensión teórica o la descripción de fenómenos, esta metodología prioriza la acción y la mejora tangible de las condiciones de vida de las personas y comunidades, especialmente aquellas en situaciones de vulnerabilidad.
Un principio fundamental es la participación activa de los actores sociales afectados por el problema investigado. Esto implica involucrarlos no solo como sujetos de estudio, sino como colaboradores esenciales en cada etapa del proceso, desde la definición inicial del problema hasta la implementación y evaluación de las soluciones propuestas. Se busca así crear un ambiente de colaboración horizontal, donde el conocimiento experto de los investigadores se complementa con la experiencia vivida de los participantes, enriqueciendo la comprensión del problema y aumentando la probabilidad de encontrar soluciones efectivas y sostenibles.
La reflexividad es otro pilar clave, que exige una autoevaluación constante del investigador sobre su rol, sus posibles sesgos y cómo su presencia puede influir en el proceso y los resultados de la investigación. Esta transparencia y honestidad intelectual son esenciales para garantizar la validez y la credibilidad de los hallazgos, así como para evitar la reproducción de dinámicas de poder desiguales entre el investigador y los participantes.
La orientación a la acción es lo que distingue fundamentalmente esta metodología. No se trata simplemente de generar conocimiento, sino de generar conocimiento útil para la toma de decisiones y la implementación de acciones concretas que contribuyan a la transformación social. Los resultados de la investigación deben traducirse en estrategias, políticas públicas o intervenciones sociales que tengan un impacto real en la vida de las personas, abordando las causas profundas de los problemas y promoviendo soluciones a largo plazo.
La justicia social es el horizonte ético que guía todo el proceso. La investigación se centra en identificar y abordar las desigualdades, la discriminación y la exclusión social, buscando empoderar a los grupos marginados y fortalecer su capacidad para defender sus derechos e intereses. Se busca generar conocimiento que sea relevante para la lucha contra la pobreza, la desigualdad de género, el racismo, la discriminación por orientación sexual y otras formas de injusticia social.
Para llevar a cabo esta investigación, se utilizan una variedad de métodos, como la investigación-acción participativa (IAP), que implica un ciclo continuo de reflexión, planificación, acción y evaluación en colaboración con los participantes; los estudios de caso, que analizan en profundidad situaciones específicas para comprender las dinámicas sociales complejas; la investigación cualitativa, que utiliza entrevistas, grupos focales y observación participante para comprender las perspectivas y experiencias de los participantes; y el análisis cuantitativo, que permite identificar patrones y tendencias en grandes conjuntos de datos.

 

 

Josefa Orfila

READ MORE →

Adelaida StruckLa sociedad actual avanza con rapidez, pero no siempre en la dirección correcta. En nombre de la innovación y la inmediatez, estamos dejando atrás a quienes más tienen que aportar: nuestros adultos mayores. Y no se trata solo de afectos o vínculos familiares, sino también del lugar que ocupan -o ya no ocupan- los profesionales con décadas de experiencia en sus campos.
Hoy en día, muchos hombres y mujeres con trayectorias valiosas, que han construido conocimiento, que han liderado procesos, que han formado generaciones, son invisibilizados simplemente por haber cruzado una cierta edad. La exclusión etaria se ha convertido en una nueva forma de discriminación silenciosa, disfrazada de modernidad. Se pierde así no solo la voz de quienes tienen mucho que decir, sino también la posibilidad de construir puentes reales entre generaciones.
En lugar de conectar a los más jóvenes con los adultos mayores, de generar espacios de retroalimentación, estamos sembrando una brecha que empobrece a todos. Los jóvenes necesitan referentes, acompañamiento, historias que les enseñen a interpretar la complejidad del presente. Y los mayores necesitan seguir aportando, sentirse parte, ser reconocidos en su valor.
No se trata de caridad ni de nostalgia. Se trata de una visión estratégica de futuro. Porque una sociedad que no escucha a sus mayores se desconecta de su historia, de su ética y de su experiencia acumulada. Y una juventud que camina sola, sin diálogo con quienes ya recorrieron el camino, corre el riesgo de repetir errores y perder profundidad.
Desde nuestra mirada, es urgente reconectar a las personas mayores con sus comunidades, con sus colegas, con los espacios donde pueden seguir construyendo significado. No basta con incluirlos: hay que integrarlos desde el respeto y la admiración. Crear oportunidades de participación activa, de intercambio intergeneracional y de valorización del saber vivido.
La edad no debe ser un límite, sino una posibilidad de generar sinergias. Apostar por la conexión es apostar por una sociedad más sabia, más justa y más humana.

 

Adelaida Struck G.

READ MORE →

La investigación no es solo una herramienta para entender el mundo: es una vía poderosa para transformarlo. A lo largo de mi experiencia, he comprobado que los datos, cuando se recogen de forma rigurosa y se interpretan con sensibilidad social, pueden abrir caminos inesperados, dar voz a lo invisible y generar soluciones concretas para los desafíos más urgentes de nuestras sociedades.
Pero investigar por investigar no basta. El conocimiento que no se traduce en acción corre el riesgo de convertirse en letra muerta. Por eso, creo en una investigación comprometida, situada, con raíces éticas y con vocación de incidencia. Por ello, necesitamos metodologías que no se detengan en el diagnóstico, sino que inspiren, movilicen y transformen. Metodologías que dialoguen con los territorios, que reconozcan los saberes comunitarios, que valoren las vivencias y que incluyan a las personas como protagonistas de los procesos de cambio.
La innovación social, en este contexto, no se trata únicamente de introducir tecnologías nuevas, sino de replantear nuestras formas de ver, escuchar y actuar. Innovar es atreverse a hacer preguntas incómodas, cuestionar modelos obsoletos y explorar caminos más colaborativos, empáticos y sostenibles. Es diseñar proyectos con impacto real, desde el rigor y la versatilidad metodológica, el pensamiento estratégico y una conexión genuina con la realidad que queremos mejorar.
En este enfoque, la investigación se convierte en un puente: entre el análisis crítico y la acción transformadora, entre los datos y las decisiones, entre los desafíos sociales y las políticas que los enfrentan. No se trata solo de obtener resultados, sino de hacer que esos resultados cuenten; que sirvan para incidir, para inspirar políticas públicas, para fortalecer redes comunitarias, para construir narrativas más justas e inclusivas.
En definitiva, investigamos no solo para comprender, sino para co-crear futuro. Para construir sociedades más justas, más solidarias, más conscientes. Y eso requiere no solo conocimiento, sino también pasión, escucha activa y un compromiso real con la sociedad.

 

Mony de Lourdes Vidal A.

READ MORE →