Como profesora, consultora y formadora de generaciones, me pregunto: ¿cómo incorporar la IA, sin que nuestros estudiantes dejen de lado su capacidad de raciocino, de pensamiento lógico y del interés por investigar y leer?, ¿Cómo podemos enseñarlos a pensar en una era donde las máquinas ya responden por nosotros?
La inteligencia artificial ha llegado a la educación para quedarse. No podemos ignorarla ni temerle. Pero tampoco podemos permitir que sustituya el proceso más valioso de la enseñanza: el desarrollo del pensamiento crítico, del análisis, de la capacidad de razonar y decidir con fundamento. Nuestra labor como docentes no se limita a transmitir contenidos, sino a acompañar a los estudiantes en la construcción de criterios, autonomía y sentido.
Veo con preocupación cómo muchos estudiantes comienzan a usar la IA como atajo, sin comprenderla, sin cuestionarla. Y aquí está el verdadero desafío: no se trata de prohibir la IA, sino de enseñar a utilizarla bien. Que sepan cómo funciona, qué sesgos puede contener, cuándo es útil y cuándo no. Que aprendan a distinguir entre una respuesta automática y un razonamiento propio.
La IA puede ser una gran aliada si sabemos incorporarla con propósito. Pero el protagonismo debe seguir siendo el humano. Nuestra tarea no es competir con los algoritmos, sino enseñar lo que ninguna máquina puede replicar: la empatía, la creatividad, la lectura crítica del mundo.
La UNESCO lo dice con claridad: la IA debe complementar, no reemplazar, el trabajo de los docentes ni el desarrollo cognitivo de los estudiantes. Por eso insisto: la educación debe poner en el centro no la herramienta, sino el pensamiento; no el resultado inmediato, sino el proceso de aprender, equivocarse, preguntar y volver a intentar.
Desde Asesórate, quiero invitar a mis colegas, docentes, investigadores y formadores a abrir este debate con valentía. Educar en la era de la IA exige más que adaptarse, exige decidir cómo la usamos, para qué y al servicio de qué valores.
Prof. Rita Amelii